Y ahora...

(Reflejamos el poema ateniéndonos estrictamente al fondo y utilizando las mismas palabras que el original, dada la importancia del texto.)


Y ahora,

tu,

hermano en humanidad,

Hermano en Cristo;

si deseas actuar en compañía de hombres

sinceros

pero imperfectos,

ven con nosotros.

Si buscas las penas cotidianas,

el constante sufrimiento,

ven con nosotros.

Si no temes los fracasos,

ven con nosotros.

Si quieres oír la llamada lancinante

de las tentaciones pérfidas,

ven con nosotros.

Si quieres conocer la duda,

a veces

la desesperación,

ven con nosotros.

Si quieres no estar siempre contemplando las estrellas,

si quieres mirar a tus pies las miserias de este mundo,

ven con nosotros.

Si quieres defender a la viuda,

proteger al huérfano,

ven con nosotros.

Si quieres luchar por y con los oprimidos,

ven con nosotros.

Si quieres abandonar tus metales en el guardarropa,

rechazar al viejo hombre,

olvidar tu erudición,

tu ciencia,

tu iniciación,

tu ignorancia,

ven con nosotros.

Si quieres que sea vuelto a poner en duda

el mañana,

la revelación de la víspera,

ven con nosotros.

Si quieres revestir el hábito de bodas

que te hace igual a los demás,

tus hermanos,

quienquiera que tu seas

o de donde vengas,

ven con nosotros.

Y si quieres ofrecer hasta tu último céntimo,

hasta tu última hora,

hasta tu último suspiro,

tu última mirada;

si quieres darlo todo,

todo abandonar

para el servicio del hombre,

tu prójimo,

sirviendo al hombre espiritual,

el Cristo,

entonces,

no dudes,

búscanos;

a nosotros,

los Pobres Caballeros del Cristo,

campeones de las causas perdidas.